El oro procedente de Perú llegaba a las costas de Panamá por el Pacífico, y una vez allí se cargaba en mulas para trasladarlo, por el llamado camino de las Cruces y por el río Chagres, al otro lado del istmo, hasta Portobelo, a un centenar de kilómetros que hoy pueden salvarse sin problemas gracias al canal de Panamá, o gracias a un tren